Lo personal es una inmensidad


Sólo anoche terminé de leer El teatro de Sabbath. Fue como separarme de una segunda vida. Acompañé a Sabbath durante semanas. Contemplamos juntos sus ayeres en el paseo entablado de Jersey, visitamos al centenario tío Pez, escondimos las braguitas de Debbie en el bolsillo, subimos la cuesta del cementerio de Madamaska Falls y hablamos seriamente con los muertos. Cabalgamos con todo el equipaje de su memoria a cuestas y hasta me entrometí en su estropicio mental, en su ausencia de expectativas, en sus perversiones sexuales, en su devastadora soledad y en su último diálogo con Drenka (verdaderamente antológico). Fuimos amorales, desclasados e hijos de puta, y por cierto que todas las puertas estaban cerradas para ambos. Si no te amoldas no serás más que una rabiosa periferia andante. Sabbath no dejó más que malos recuerdos y unos dedos artríticos incapaces de representar una nueva función. Yo al menos persevero sumando letras, arrejuntadera de signos que no siempre expresan algo relevante.

Poco antes de concluir el libro anoté esta frase, quizás por lo precisa o abarcadora:

“No siempre estás libre de todo. Tu mente está en las manos de cuanto existe. Lo personal es una inmensidad, una constelación de detritus que empequeñece a la Vía Láctea.”



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