Gallo desplumado

Hoy habrá cazuela. Mamá desplumó a un gallo. Lo sé porque escuché a lo lejos su desesperada resistencia. Hasta ayer tarde eran cuatro jeques gobernando sobre cincuenta gallinas. Tres eran colorados y uno ceniciento. El inmigrante castellano que arribó desde la casa vecina aún no cuenta pues no tiene papeles de residencia. No sé todavía cuál fue el desdichado. Espero que no haya sido el ceniciento que es mi favorito. El ceniciento es sólo un adolescente aunque sexualmente muy empeñoso. Acostumbra montar por sorpresa a las gallinas viejas las que al finalizar el acto lo persiguen enfurecidas para darle una paliza por el irrespetuoso atrevimiento. Suelo estimar a los gallos, tan gallardos, bien vestidos y autosuficientes. Leía recién el comienzo de Typoon, de Melville, donde el gallo Pedro vive sus últimos momentos tras la sentencia del capitán del barco. Sus esposas ya han sido engullidas, y Pedro, deprimido, no desea ya probar los granos mohosos ni el agua salobre que le dejan en su corral. Los marineros están ansiosos aguardando que el capitán se coma pronto a Pedro, pues sólo con un suculento trozo de carne en la barriga se dignará por fin a enfilar a tierra.

Pintura: Lalinchi Arreaga

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